
Santanyí un pueblo tranquilo repleto de edificios empedrados. Su historia es peculiar, puesto que hubo un extenso comercio de piedras que le han dejado su imagen característica.
Sus parajes son muy naturales y preciosos, típicos del mar Mediterráneo. Por esta razón, no es de extrañar que nos encontremos en las inmediaciones de Santanyí con espacios paradisíacos, caracterizados por las aguas tranquilas, azules y cristalinas y la caliza de los acantilados blancos.

Tiene otros atractivos turísticos de los que podemos disfrutar cualquier día de la semana; especialmente los sábados, puesto que se celebra un famoso mercado de frutas, verduras, y productos gastronómicos de la tierra. Entre ellos, destaca la venta de queso mallorquín, de sobrasada y de muchos otros alimentos que se elaboran desde hace mucho tiempo en la isla, formando ya parte de la tradición de su cultura. Además, todos estos platos típicos se pueden catar en numerosos restaurantes y cafés de la zona.
Asimismo, también nos podremos encontrar con otras ofertas culturales, como galerías de arte y talleres de todo tipo. A pesar de que sus manifestaciones llegan a la interculturalidad y pueden poseer el carácter cosmopolita típico de cualquier galería de arte, lo cierto es que en estas pequeñas tiendas de creación o diseño encontramos restos de la cultura y la vida de la zona. En todas las manifestaciones artísticas, demuestran y evidencian el estilo de vida pausado y relajado de la isla.
Sin embargo, algo que llama mucho la atención en esta ciudad es el color rojizo y empedrado de la mayor parte de sus edificios. Este pintoresco pueblo te mostrará la autenticidad de Mallorca.

En definitiva, podemos concluir que Santanyí, está en un paraje natural perfecto para conocer si visitamos el sur de la isla mallorquina. No cabe duda de que dispondremos de oferta cultural para todos los gustos. Además de disfrutar de la tradición de un pueblo y de las aperturas culturales de las manifestaciones artísticas de su gente, podremos gozar de un magnífico ambiente mediterráneo. Tan solo es necesario dejarse envolver por su aroma, sus colores y su arquitectura.